lunes, 26 de enero de 2009

MAR Y MONTAÑA
















Yo pensaba que sólo en la cocina podía aplicar el término mar y montaña mezclando en un plato elementos de ambos medios, pero hoy he descubierto que se puede aplicar también en otros aspectos de la vida.
A falta de olas y con un fuerte viento racheado aprovechamos este día soleado para buscar un rincón resguardado y disfrutar de una pequeña travesía en SUP.

Ahí estábamos los tres de nuevo, Nacho, Fernando Labad y Yo, con unas ganas de estar en el agua fuera como fuere, y con esos temblores que te produce la adrenalina cuando estás ansioso de hacer algo emocionante. Fernando nos llevó a un lugar resguardado cerca de Altea y nos pusimos manos a la obra. El día pintaba buenísimo, sol, el mar limpio y destelleante y un poco de frio que a los cinco minutos de tirarnos al agua se convirtió en un calor bochornoso.

Comenzamos a darle al remo y tras un rato costeando y rodeando pequeñas calas paramos en un recodo y dejamos las tablas para comenzar nuestra andadura campestre.

Tuvimos que atravesar primero por una cueva en la que con las justas cabíamos. Era una de esas cuevas en las que entra en agua desde abajo por una especie de pozo y en las que cuando rompe la ola pega como un sifonazo desde el hueco y se llena de agua para luego vaciarse por el otro lado de la cueva. Una aventura pasar a través de ella, yo estaba un poco acojonado, sobre todo cuando metí un pié en el hueco y me di cuenta de que si caía en él iba a tener algún problemilla.

Una vez pasado por el túnel salimos al borde del mar de nuevo y comenzamos a subir por la roca para luego seguir monte arriba por un pequeño acantilado para llegar a una vieja mina de ocre de la época de los romanos. Algo muy curioso. Estábamos de repento rodeados de flores de lavanda, romero, tomillo y demás vegetación autóctona mediterránea, se respiraba aire puro y la vista era increíble, al fondo estaba la loca civilización y nosotros en medio del mar y rodeados de monte, curioso, ehh?.

Seguimos remando hasta un punto en el que ya estábamos en mar abierto, ahí ya se notaba la corriente y las ondas del mar ya eran otra cosa.

Finalmente volvimos por el mismo camino, ya con las energías más bajas, con calor, sed y hambre, pero con la mente más abierta al habernos dado cuenta de todo ese mundo que tenemos tan cerca pero que a veces no nos damos cuenta de que está ahí, un mundo por descubrir, pura naturaleza, paz y armonía entremezcladas para convertirse en uno solo.

Conclusión: NO OS QUEDEÍS CRUZADOS DE BRAZOS EL DÍA QUE NO HAYA OLAS, SALIR Y DESCUBRIR TODO LO QUE TENEMOS A NUESTRO ALREDEDOR, LA VIDA SON DOS DÍAS.

Feliz semana a todos, aloha, FER